Don Adrián, en su balcón de la calle Real. ::
ROMÁN
Esta mañana ha fallecido Adrián Navarrete Molina, conocido y veterano docente ubetense que, entre otros centros,
impartió sus clases en el colegio Sebastián de Córdoba y, más recientemente, en
el instituto Francisco de los Cobos. Tras ser sometido a una delicada
intervención quirúrgica en días pasados, una complicación ha truncado las buenas
perspectivas iniciales, arrebatándole todo lo que le quedaba por vivir y
disfrutar de los suyos, que era mucho.
Maestro, padre y amigo. Estas palabras que entre sí comparten tanto en
lo que a entrega a los demás se refiere, definen perfectamente lo que fue Don
Adrián. Don Adrián, sí. Con el Don delante del nombre. Un Don cariñoso que
durante toda su vida le mantuvieron como deferencia alumnos y amigos porque se
lo ganó desde la bondad.
El cariño que puso en todo cuanto hizo siempre le fue devuelto y le
sirvió para superar los difíciles momentos que la vida puso en su camino. El más duro, la temprana muerte de su
esposa, hecho al que tuvo que reponerse pensando en sus cuatro hijos, sin duda
los cuatro pilares sobre los que apoyó su existencia, reforzados en los últimos
años con unas nietas a las que adoraba y que le adoraban, haciendo que además de
orgulloso padre se sintiera orgulloso abuelo.
Junto a la familia, fueron igualmente imprescindibles para Don Adrián los
amigos y el trabajo, asignaturas vitales que siempre superó con sobresaliente.
El pasado 2010 se jubiló tras toda una vida enseñando (desde 1963) y dejando
huella entre cientos de niños y jóvenes. También dejó huella en tantas y tantas
personas que le querían y le respetaban. Gentes de todas las edades que hoy ya
le echan de menos, algo que también ocurre en la calle Real, donde vivía y se
movía habitualmente, y donde era toda una institución
Se fue Don Adrián, un hombre bueno, un gran maestro, un padre incondicional,
un buen amigo. El cuerpo se vela en Tanatorio Soria y el funeral de entierro
tendrá lugar mañana martes en la iglesia de San Pablo, a las once de la mañana.
Descanse en paz.
Alberto Román Vílchez
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